Maestra: Olga Maritza Durán González
Alumno : Gerardo Nicolás Duran Mireles
CETis 77
Producción Industrial
1-M
17/octubre/2018
Huella Ecológica
HUELLA ECOLÓGICA
Aplicaciones y objetivos APLICACIONES: Las principales aplicaciones de la huella ecológica se han centrado en el ámbito urbano, para poblaciones, regiones y países. En los últimos años, se ha empezado a plantear su utilidad como indicador medioambiental en el ámbito corporativo, empresarial o en sistemas productivos. En este artículo se revisan sus diferentes aplicaciones, destacando algunos casos singulares de aplicación a procesos y actividades productivas. La huella ecológica (HE) es un indicador de sostenibilidad que estima el área de territorio productivo o ecosistema acuático necesario para producir los recursos necesarios para el desarrollo de una determinada actividad, y al mismo tiempo asimilar los residuos que de ésta se derivan [1]. Cuando la HE supera la capacidad de carga de una región (cantidad de terreno productivo disponible), se produce una sobrecarga o déficit ecológico y, por tanto, el modelo de desarrollo que se está adoptando no es sostenible. OBJETIVOS: Tanto porque la legislación ambiental está cada vez más desarrollada como por la presión de consumidores y la propia conciencia de los dirigentes, las empresas deben asumir cada vez compromisos ambientales mayores, contribuyendo al logro de un medio ambiente sostenible, o, cuando menos, evitando su degradación. En este contexto, resulta interesante la elaboración de una herramienta que muestre, de modo simple, la situación medioambiental de organizaciones y empresas, debiendo ser un elemento útil para la toma de decisiones al respecto. Surge, entonces, la posibilidad de emplear la HE con este fin, pues es un indicador que sintetiza diferentes efectos en el medio ambiente; su cálculo es relativamente simple; se expresa en unidades fácilmente comprensibles siendo, por tanto, útil para la toma de decisiones. La aplicación de la HE a organizaciones era una posibilidad señalada por los propios creadores del indicador (Wackernagel y Rees, 1996), pues, dado que las empresas, al igual que los ciudadanos, son consumidoras de recursos y generadoras de residuos, tenemos los elementos necesarios para calcular una huella. En su contra, podría cuestionarse el sentido de que las empresas empleen un indicador expresado en una unidad, las hectáreas de superficie productiva, apropiado para países o regiones, pero quizás, menos relacionado con corporaciones. No obstante, tal y como justificaremos en la sección siguiente, la superficie ocupada puede tener también sentido en una huella corporativa. Por otro lado, las diferentes metodologías que se vienen aplicando, permiten expresar la HE, no sólo en términos de hectáreas, si no en términos de emisiones, principalmente de CO2, surgiendo lo que algunos autores denominan huella del carbono. Esta adaptación es notablemente atractiva para las empresas, sobre todo, considerando las exigencias que deben afrontar en el marco del Protocolo de Kioto. Igualmente, la HEC puede ser también relacionada con los bienes que cada empresa produce. Su consideración en términos de hectáreas o toneladas de CO2, por tonelada de producto, confiere al indicador la capacidad de ser empleado como elemento en una eco etiqueta (Doménech, 2007). De este modo, el consumidor dispondría de información medioambiental relevante y comprensible a respecto de los bienes que consume y de las empresas productoras. Método de cálculo
Al igual que sucede con la huella en su versión tradicional, no existe un único método de cálculo para empresas y organizaciones. Es más, en la medida en que partiendo de la metodología general se pueden calcular, sin necesidad de muchos cambios, huellas de determinados consumos, existe también incertidumbre a respecto de que conceptos se incluyen en el cálculo de la HEC. Por otro lado, ni Wackernagel ni Rees han propuesto, por el momento, una metodología específica para las organizaciones, por lo que no existe una referencia clara, como en el caso de países y regiones. Calculo Dejamos pendiente cuando hablamos del concepto de HUELLA ECOLOGICA tratar con más detalle cómo se calcula. La metodología de cálculo se basa en la estimación de la superficie productiva necesaria para satisfacer los consumos asociados a la alimentación, a los productos forestales, al consumo energético y a la ocupación directa del suelo. Para calcular estas superficies, se realizan 2 pasos 1. Contabilizar el consumo de las diferentes categorías en unidades físicas En el caso de que no existan datos directos de consumo, se estiman los consumos aparentes para cada producto con la siguiente expresión: CONSUMO APARENTE = PRODUCCION – EXPORTACION + IMPORTACION 2. Transformar estos consumos en superficie biológica productiva apropiada a través de índices de productividad Ello equivale a calcular la superficie necesaria para satisfacer el consumo medio por habitante de un determinado producto. Para ello se utilizan valores de productividad: HUELLA ECOLOGICA = CONSUMO / PRODUCTIVIDAD Los valores de productividad pueden estar referidos a escala global, o bien se pueden calcular específicamente para un determinado territorio, considerando de esta manera la tecnología aplicada y en rendimiento del terreno. En la metodología estándar se opta por la utilización de factores de productividad globales porque así se hace posible la comparación de valores de huella ecológica a escala local y se contribuye a la normalización total del indicador. En lo relativo al consumo energético, la huella ecológica se obtiene de manera diferente dependiendo de la fuente de energía considerada. Para los combustibles fósiles, que constituyen la fuente principal de la energía consumida, la huella ecológica mide el área de absorción de CO2. Esta se obtiene a partir del consumo total de energía, tanto el directo como el asociado a la producción y distribución de los bienes y servicios consumidos, dividido por la capacidad de fijación de CO2 de la superficie forestal. Dejamos pendiente cuando hablamos del concepto de huella ecológica tratar con más detalle cómo se calcula. La metodología de cálculo se basa en la estimación de la superficie productiva necesaria para satisfacer los consumos asociados a la alimentación, a los productos forestales, al consumo energético y a la ocupación directa del suelo. Una vez contabilizados los consumos y aplicados los índices de productividad disponemos ya de las diferentes superficies productivas consideradas (cultivos, pastos, bosques, mar o superficies artificiales).
Cada categoría dispone de productividades biológicas diferentes (por ejemplo: una hectárea de cultivos es más productiva que una de mar), y antes de sumarlas es necesario proceder a lo que se define como normalización. Para ello, cada superficie se pondera mediante factores de equivalencia que expresan la relación entre la productividad biológica de cada categoría de superficie respecto al promedio de productividad de la superficie del planeta. En este sentido, el hecho de que el factor de equivalencia de los bosques sea de 1,37 quiere decir que la productividad de una hectárea de bosque posee, de media, un 37% más de productividad que la media de productividad de toda la superficie de espacio productivo global. Una vez aplicados los factores de equivalencia a cada categoría de superficie calculada disponemos ya de la huella ecológica expresada en lo que se conoce como hectáreas globales (hag). Ahora si, se puede proceder a sumar todas ellas, y así obtener la huella ecológica total. La próxima entrega será cómo podemos calcular nuestra propia huella ecológica. Clasificación Existen tres tipos: •Huella ecológica directa. Aquella que contempla la acción directa, sin intermediarios, sobre las capacidades de la naturaleza. •Huella ecológica indirecta. Aquella que no incide directamente sobre las capacidades de la naturaleza, pero genera efectos que indirectamente sí lo hacen. •Huella ecológica colectiva. Aquella que es resultado de comunidades y regiones amplias, en las que se genera tanto huellas directas como indirectas a la vez.
Según este mismo informe, para el año 2005 se estimó el número de hectáreas globales (hectáreas bioproductivas) por persona en 2,1. Sin embargo, para todo el mundo, el consumo se sitúa en 2,7. Por lo tanto, al menos para este año (y la tendencia es creciente, pues en 2003 la huella ecológica mundial se estimó en 2.23), estuvimos sobre-consumiendo respecto de la capacidad del planeta: estamos destruyendo los recursos a una velocidad superior a su ritmo de regeneración natural. Aunque la huella ecológica aspira a ser sobre todo un indicador cuantitativo y preciso, sus principales frutos los ha dado como marco conceptual que permite comparar sociedades completamente dispares y evaluar su impacto sobre el medio ambiente planetario.
En una vida básicamente agraria bien organizada y sin monocultivos extensivos, se estima que entre 1 y 2 ha son aproximadamente el terreno necesario para atender a las necesidades de una familia de forma autosuficiente. Por otra parte, se ha llegado a la conclusión de que serían necesarios otros dos planetas como este para que los 6.000 millones de seres humanos actuales pudieran vivir todos de la manera en que, por ejemplo, vive un ciudadano francés medio, es decir, en una sociedad industrial basada en la disponibilidad de combustibles fósiles Estas primeras conclusiones hacen necesario distinguir dos elementos fundamentales: i) en el mundo industrial actual los impactos se producen a nivel planetario y ii)la huella ecológica poco tiene que ver con el espacio físico ocupado por un grupo humano. De esta manera la huella ecológica de la mayoría de los países desarrollados supera ampliamente su propia superficie, ya que extraen recursos y vierten residuos en lugares muy alejados de su territorio. El valor didáctico del concepto de huella ecológica reside en que hace evidentes dos realidades ligadas que quedan fuera del alcance de la intuición. Primero, que el modo de vida característico de los países más ricos del planeta no puede extenderse al conjunto de sus habitantes. Segundo, que una economía planetaria sostenible exige de esa misma minoría acomodada una reducción de sus consumos; y también de su nivel de vida, en la medida en que no pueda compensarse con un aumento equivalente en la eficiencia de los procesos productivos Huella ecológica por actividad mundial Al calcular la huella ecológica es posible conocer la magnitud con que las actividades humanas contribuyen al tamaño total. Es importante recordar que la huella ecológica se refiere, en parte, a la superficie necesaria para absorber los residuos generados, es por ello que la quema de combustibles fósiles figura como la actividad más significativa, tal y como se muestra a continuación: º47.5% Quema de Combustibles Fósiles º22.0% Agricultura º7.6% Madera, Pulpa y Papel. º6.7% Pesca º6.3% Ganadería º3.6% Energía Nuclear º3.6% Asentamientos Urbanos o ciudades º2.7% Obtención de Leña La Huella Ecológica es la medida del impacto de las actividades humanas sobre la naturaleza, representada por la superficie necesaria para producir los recursos y aboserber los impactos de dicha actividad. Esta superficie suma la tierra productiva (o biocapacidad) necesaria para los cultivos, el pastoreo y el suelo urbanizado, zonas pesqueras y bosques el área de bosque requerida para absorber las emisiones de CO2 de carbono que los océanos no pueden absorber. Tanto la biocapacidad como la Huella Ecológica se expresan en una misma unidad: hectáreas globales (Hag)
A través de la historia, la capacidad de la naturaleza para absorber el impacto del desarrollo humano ha tenido límites. En tiempos pasados, la contaminación y otras presiones desembocaron, sobre todo, en el deterioro de los ambientes locales. Pero hoy, además, hemos forzado a escala planetaria los límites de la resiliencia de la naturaleza. El estudio incluye los datos más actualizados de la Huella revelando que, para satisfacer sus necesidades actuales, la humanidad está consumiendo una cantidad de recursos naturales equivalente a 1,6 Planetas. De seguir así, en 2020 se necesitarían 1,75 Planetas, y 2,5 Planetas en 2050 Según el estudio, los países con más Huella Ecológica total son China, EEUU e India, mientras que los que tienen una Huella Ecológica superior per capita son Luxemburgo, Australia y EEUU. Desde 2007, la Huella Ecológica nacional ha disminuido. Los expertos señalan como principal causa la crisis económica, que ha generado un descenso de todos los componentes de la Huella, especialmente la de carbono y cultivos. Aun así nuestro país sigue consumiendo más recursos de los que puede producir. De hecho, España necesitaría casi 3 países como el nuestro para satisfacer sus demandas. Esta parte de la huella ecológica es una medición conveniente para nuestra huella literal en la Tierra Eso ahora corresponde a más del 50% de la huellaecológica, y aumentará a las dos terceras partes antes de mediados Obviamente , cualquier medición que intente sumar muchos aspectos diferentes del comportamiento humano tendrá que simplificar las entradas; la huella ecológica no es diferente 1. Conciénciate. Algo que ya deberíamos saber con solo mirar un poco a nuestro alrededor es que toda acción conlleva aparejada una consecuencia. Nuestras acciones no son inocuas, hay que quitarse la venda de los ojos y actuar. 2. Siempre que puedas, utiliza un medio de transporte limpio. Caminar o ir en bici obviamente no contamina y además será bueno para tu salud y tu forma física. Siempre que puedas, sustituye el coche por el transporte público, que aunque da más pereza y se tarda más tiempo, cuando te acostumbres verás que no es tan grave y que se puede aprovechar para leer o estudiar durante el trayecto. Si no te queda más remedio que usar el coche, compártelo y mantenlo a punto para que no contamine más de la cuenta. 3. Ahorra agua. Repara los grifos que gotean (pueden perder unos 50 litros en cinco días), las cisternas que chorrean, usa programas cortos en los electrodomésticos, dúchate en lugar de bañarte y, si tienes plantas, trata de regarlas con el agua que uses para aclarar platos o cocinar. 4. Consume responsablemente. No compres lo que no necesitas. Trata de apostar por productos con pocos embalajes y, si es posible, ecológicos o biológicos. Intenta alimentarte de forma sana y equilibrada y no consumas especies que estén en peligro de extinción, como por ejemplo el atún o el pez espada o que su captura dañe el medioambiente, como las gambas y los langostinos. Intenta consumir alimentos nacionales o de comercio justo que sean respetuosos con el medio. Si todos demandamos un sistema diferente, lo tendremos, ¿o acaso encontrábamos productos “BIO” hace 10 años? El cliente manda, no lo olvides. 5. Recicla. Lleva cada cosa a su contenedor y al punto limpio los productos que no puedan tirarse a los contenedores, como pilas, aparatos eléctricos o aceite usado. Utiliza papel reciclado 100 % y sin cloro. 6. Reutiliza los envases. Lleva tu propia bolsa cuando vayas a comprar. El plástico tarda tanto en biodegradarse, que actualmente convivimos en la Tierra con todo el plástico que hemos fabricado desde que se inventó en 1909. 7. Ahorra energía. Usa los electrodomésticos con programas a baja temperatura o cortos y solo cuando estén llenos. No dejes los cargadores enchufados cuando no los estés usando, ahorrarás 6 kg de emisiones de CO2 al año. Apaga el ordenador, en vez de dejarlo en reposo, y ahorrarás unos 87 kg de CO2. Poner bombillas de bajo consumo no solo reducirá nuestra factura, sino que además le estaremos evitando a la atmósfera más de 108 kg anuales de dióxido de carbono. Si puedes, trata de utilizar energías renovables o de convencer a tus padres para que lo hagan. 8. El váter y los desagües no son papeleras. No tires nada que no corresponda por ahí. 9. Trata de reducir los productos de un solo uso. Como las servilletas y pañuelos de papel, las maquinillas desechables, vajilla de plástico, etc. 10. Repara lo que se rompa siempre que puedas. El sistema te invita a tirar y comprar, pero eso no es bueno para el planeta ni para tu economía. Rompe el ciclo consumista y verás que tus cosas tienen más vida de la que esperabas. Es difícil cuidar aquello que no vemos. Cuando vivimos en ciudades, resulta complicado darse cuenta de que la naturaleza existe y necesita nuestra protección. Es algo lejano, un murmullo que se ignora. Lo mismo pasa con el mar: lo que pase bajo sus aguas, parece no importarnos, no lo vemos y preferimos seguir en la ignorancia, pero ya no podemos permitirnos más esa actitud: los científicos dan a nuestros océanos 20 años más de biodiversidad; en el océano Pacífico, una gigantesca isla del tamaño de Francia formada de basura crece sin control, los polos se deshielan, las especies se extinguen, el aire es irrespirable y hasta comer nos produce cáncer. Por eso debemos salir, pasear por la playa, caminar por un bosque, hacer una excursión por la montaña. Solo viviendo en la naturaleza querremos proteger la naturaleza. Dicen que el futuro es de los jóvenes, pero nosotros también queremos llegar a viejos. Y queremos tener hijos, y que esos hijos también lleguen a ser viejos. El futuro solo será posible si adquirimos conciencia de que no todo nos pertenece porque sí: hay que cuidarlo, hay que respetarlo y hay que dejar de pensar con una mentalidad basada en el aquí y el ahora, tenemos que pensar a largo plazo. Si el futuro es nuestro, empecemos a cuidarlo en el presente y a exigir que otros lo cuiden también.
MEMES
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